Lo mejor que hizo Tarantino no sale en la Wikipedia
Lo que he aprendido de la última mierda que me ha pasado, ¡una maravilla!
A Tarantino le han dado tantos premios que en su perfil de FilmAffinity tienes que hacer scroll once veces para llegar al final de la lista (lo he contado ahora mismo): 2 premios Oscar, 4 Globos de oro, 1 Emmy, 2 BAFTA… En fin: decenas de premios y centenas de nominaciones.
Y, sin embargo, hace un tiempo alguien le preguntó de qué se sentía especialmente orgulloso en su carrera, y lo que respondió no tiene nada que ver con Hollywood, ni con alfombras rojas, ni con ovaciones en Cannes.
Tiene que ver con algo que pasó cuando nadie le conocía:
Resulta que hará unos meses me topé con una entrevista de Tarantino que hizo que me apuntase al curso de documentales que estoy haciendo ahora. En ese fragmento, Tarantino contaba que en los años 80 curraba por cuatro duros en un videoclub, colocando pelis en las estanterías. Y claro, al principio estaba feliz: rodeado de cine todo el día, hablando de Scorsese, de Godard, de pelis japonesas rarísimas que nadie alquilaba. Pero al cabo de un tiempo, empezó a darse cuenta de algo que le inquietaba: estaba peligrosamente cerca del cine… sin estar realmente dentro. Lo podía tocar, lo respiraba, lo tenía en los dedos, pero no era suyo. Y eso le empezó a dar miedo.
“Me aterraba la idea de pasarme la vida así: cerca… pero sin llegar nunca.”
Tarantino contaba que veía a muchos compañeros del videoclub con la misma obsesión por el cine. Gente con ideas brillantes, con un amor real por contar historias… pero que no se atrevían a dar el salto, así que, con los años, esa pasión que no se transformaba en acción se les empezaba a pudrir dentro. Se volvían cínicos. Frustrados.
“Yo no quería convertirme en uno de ellos”, decía.
Y ahí fue cuando se lo prometió: lo iba a intentar.
La cosa es que todo lo que ganaba (seguramente una miseria) lo empezó a guardar para invertirlo en crear su primera peli: My Best Friend’s Birthday. Estuvo tres años currando en ella. Tres. Y nunca la terminó. Por un lado, porque se quemó parte del metraje y quedó incompleta. Y por otro, porque en 1987 se dio cuenta de que aquello era un cuadro de comedor: la peli era malísima. Así que decidió dejar de trabajar en ella.
Imagina dedicar tres años de tu vida a tu pasión, todos tus ahorros, y descubrir que eres un berberecho en lo que más te gusta, que has hecho el ridículo. Saber al 100% que seguro que hay gente riéndose de ti ahora mismo, y aún así mirarte al espejo y decidir que vas a volver a intentarlo, hasta que te salga bien:
“De lo que más orgulloso estoy es de no haberme rendido las dos semanas después de que esa peli fracasara. El hecho de que no lo dejara. Ese momento, en el que no tiré la toalla, es del que más orgulloso estoy en toda mi vida. Estoy simplemente orgulloso. Todo el mundo que conocía en ese momento lo habría dejado. No había nadie —ni una sola persona— que, después de dedicar tres años de su vida a algo y ver que no valía la pena, no lo hubiese dejado.”
Os cuento todo esto porque hace unas semanas encontré en Valencia una historia preciosa. Una historia que yo creo que nunca se ha contado bien. Y sentí que tenía que grabarla, pero grabarla bien, sin cutreces. Pero me daba vergüenza contratar a un equipo como directora, porque tengo exactamente -80 de experiencia.
A veces siento que la vida es un teatro en el que todo el mundo sabe hacer muy bien su personaje: fingir seguridad, parecer que sabe lo que hace… Ser, en definitiva, un adulto funcional. Pero a mí me pasa un poco como aquella frase de Kafka:
Con mi verborrea, era consciente de que si contrataba a un equipo, les iba a decir: “hola, ¡qué mal! ¡no sé qué estoy haciendo!”. Y por eso pensé: mejor lo grabo sola, cojo toda la experiencia que pueda de esta primera vez, y así luego ya sabré más o menos cómo indicar, lo que me gusta y lo que no.
La tarde de antes me puse a ver tutoriales en YouTube para entender cómo funcionaba el ISO, la apertura, el diafragma… No quería grabar en automático, quería colorearlo, que quedase bonito. Lo escribo riéndome, pero os juro que es en serio: me hice una chuleta en el móvil y allá que fui, cámara en mano, a grabar la historia.
Para quien no sepa de cámaras (como yo), manejar de ISO, de apertura, que si el objetivo no sé qué, que si el filtro ND… Es como ser matemático. O sea, es como si ahora decido que sé conducir (soy un despojo social sin carné) y cojo un coche: pues me voy a estrellar, chocho, cómo no me voy a estrellar.
Os voy a enseñar cómo salió la imagen de lo que grabé:
Ay, es que lo veo… y me parto. Pero lloré en el tren de vuelta, ¿eh? Por muy ridícula que sea la historia, que soy consciente de que es ridículo que pensara que iba a salir bien. Lloré pensando en lo grande que me queda todo esto, en lo tarde que llego, cómo voy a empezar ahora, a mi edad…
Lo que pasa es que a cabezona y trabajadora no me gana nadie, así que me apunté a un curso de documental y el mes que viene vuelvo a Valencia con dos cámaras, un director de fotografía, y un sonidista… A grabarlo como se merece, a hacerlo bien. Ya les he avisado de que no tengo ni idea de dirigir, que nunca lo he hecho, pero que tengan paciencia que seguro que aprendo mucho y en unos meses hacemos algo bonito.
En abril / mayo empezaré a subir vídeos contando historias en el canal, espero que os gusten mucho y que no sean terriblemente malos, espero que tengáis paciencia también, ¡estoy aprendiendo!
Lo que quería deciros es que ojalá algún día mirar atrás, y decir: “¡Cuántas historias bonitas he contado! Qué orgullosa estoy de no haberme rendido aquel día, volviendo de Valencia”. Y ojalá vosotros con vuestras cosas también :)
Ay, Judith. Te sigo y te seguiré en todos los canales que tengas (hasta en el grupo de WhatsApp, pillando stickers 😆). Qué alegría descubrir que tampoco tienes carnet de conducir, jaja. No es lo único que me ha llamado la atención del post, pero me hace sentir menos sola saber que hay más gente en la misma situación. Y más aún tú, que haces cosas tan guays.
Gracias por compartir esta anécdota. Tengo 33 años (casi 34) y estoy en un momento en el que quiero hacer cosas nuevas, aunque el miedo a veces me frena. Leer esto ha sido muy motivador. ❤️
Eres buenísima Judith!! Viva las mujeres valientes! Yo a mis 34 deje mi profesión de Maestra y me fui a vivir a Mexico sin saber muy bien que hacer. Nunca habia destacado en deportes, y ahora soy instructora de kitesurf en una isla del caribe!! Dejad que vuestros sueños sean grandes chicas!